A quien corresponda, y ¿qué podríamos hacer?
- sergiriau
- 11 dic 2024
- 4 Min. de lectura
Parece que algo se mueve en gestión de absentismo, ya no tan sólo las patronales opinan (o se quejan) de la situación, sino que incluso se proponen potenciales soluciones en la mesa de Diálogo Social de la Seguridad Social.
La participación de las mutuas en la gestión de bajas de contingencia común en procesos traumatológicos o la propuesta de altas flexibles voluntarias, son prueba de ello.
Y cuando algo se mueve, de manera fácil nos ponemos a analizar, comentar y sobre todo a criticar la solución propuesta, de hecho, yo mismo lo hice hace un par de semanas, y es por ello por lo que después de darle vueltas, esta vez me propongo proponer, bajo el riesgo de elucubrar y de errar.
En gestión de absentismo todos estamos en búsqueda del santo grial, de la panacea que nos lo resuelva todo de golpe, y por supuesto ni existe, ni la encontraremos. Así pues, pretendo tan solo aportar algunas propuestas o reflexiones que aporten valor y que sobre todo sean aplicables y realizables, dejando de lado entelequias inalcanzables o inaplicables.
La primera propuesta, a riesgo de polemizar y consciente del amplio debate que puede generar, parece lógica, pero no siempre se aplica. Se trataría tan sólo de obligar a los Servicios Públicos de Salud (SPS) a aceptar pruebas diagnósticas e informes de especialistas externos al sistema, como si del propio Servicio Público se tratasen.
Si bien eso parece ahora viable, no son pocas las situaciones en las que adelantos de pruebas e informes por parte de seguros médicos privados, apoyo de los servicios médicos de algunas empresas o incluso la realización como acto médico único a petición (y bajo pago) del propio interesado, no son tenidos en cuenta por los Servicios Públicos a la espera de que se realicen por los medios propios de los SPS.
Siempre que vinieran firmados por un facultativo colegiado deberían ser tenidos en cuenta y ayudar no sólo el tiempo de atención del paciente, sino también para reducir las propias listas de esperas de los SPS y agilizar en el avance de los procesos médicos de aquellos que cuenten con esa información complementaria.
Fácil, simple y ayudaría sin duda a reducir la duración media de los procesos de baja por contingencia común.
La segunda propuesta es hacer desaparecer del parte de baja del trabajador la duración estimada de la baja. Porque si bien es cierto que el sistema de gestión de los partes de confirmación ayudó a no colapsar los SPS con procesos administrativos innecesarios, también es cierto que la información de la duración estimada de la baja no hace sino más que tender a incrementar la duración de las bajas.
La cultura popular es muy sabia como dice el refranero, y en la cultura popular, mal nos pese, la duración estimada de los partes se transforma en es el “mínimo que me ha dicho el médico”, por lo que, si no aporta nada para no colapsar los SPS y no aporta nada para el trabajador, ¿podríamos hacer desaparecer el dato?
Tampoco parece difícil, pero seguro que nos ayuda, y volvemos a que la duración estimada se acerque al promedio por patología, lo que sería sin duda una gran noticia.
Y ya puestos, me atrevo a lanzar otro nuevo debate para ver si encontramos entre todos alguna solución. Es típico que cuando se hace un análisis cuantitativo de las bajas en una empresa, se repare en el día de la semana en el que empieza la baja, y algunos se sorprenden en que el mayor porcentaje son en lunes. Aunque llama la atención el dato, se explica bien al saber que si una persona que se encuentra mal entre sábado y lunes es el lunes cuando le dan la baja. Este simple hecho explicaría bien la estadística, pues repartidas las bajas del lunes entre 3 días, normaliza el porcentaje de bajas por día, en la lógica de que tenemos la misma probabilidad de enfermar independientemente del día de la semana.
Pero hay una estadística de la que no consigo una explicación clara del proceso, y no es sobre cuando empiezan, sino sobre cuando acaban las bajas. No dispongo de datos macros, pero sí de información de muchas bajas de nuestros clientes, y es curioso observar que entre el 40% y 50% de las altas, se dan en viernes, sábado o domingo, es decir, para volver al trabajo tras el fin de semana. ¿Cómo explicamos pues que, si una baja tiene una duración prevista de 7 días y empieza el miércoles, en vez de tener 7 días de baja, se nos alarguen la mayoría a 10-12 días?
Si hasta médicamente podría entenderse que puede ser bueno volver al trabajo el jueves o el viernes, y así ayudarnos a un retorno paulatino, trabajando de inicio 1 o 2 días y descansar inmediatamente el fin de semana para recuperarnos de la fatiga de los primeros días.
Es posible que no lleguen a ningún lado estas medidas, o incluso que no tengan más utilidad que la de promover o provocar el debate, pero de lo que sí estoy seguro es que estas medidas, sin ser brillantes ni atacando la raíz del problema, nos ayudarían a mejorar los procesos y con ello mejoraríamos y optimizaríamos los resultados. Si entre todos ayudamos a poner coto al problema de la Incapacidad Temporal quizás avancemos.
Porque en el fondo ¿Queremos decir que nuestra empresa es saludable o realmente queremos serlo?
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